El sentimiento estético de la vida en Ortega y Gasset

Del amplio espectro que abarca el pensamiento de José Ortega y Gasset he seleccionado, para esta primera sesión del Seminario de Filosofía Española, el tema de la "vida". La valoración de este concepto por parte de Ortega se evidente, sobre todo cuando señala que una de las cuestiones últimas más movilizadoras del pensamiento es la idea que tengamos de vida. A ello se puede añadir la siguiente cita: «Nuestra vida es algo que va lanzado por el ámbito de la existencia, es un proyectil, sólo que este proyectil es a la vez quien tiene que elegir su blanco (…) Aunque esa elección no es totalmente libre, las circunstancias enmarcan el trayecto. Pero también está limitada por la fatalidad que nunca nos determina completamente, sino que en todo instante y situación no sólo podemos, sino que inexorablemente tenemos que elegir lo que vamos a hacer».

Para desarrollar este crucial asunto propongo como lectura para el debate su artículo Pidiendo un Goethe desde dentro. El texto surge de un encargo con ocasión del centenario de Goethe, y, como es habitual en Ortega, no se atiene a la literalidad de lo pedido, para conducir el asunto a su manera, a su punto de vista, a su coherencia indagadora, ya que, para él, «conocer es no contentarse con las cosas según se nos presentan, sino buscar tras ellas su 'ser'».

Y lo primero que hace Ortega, en ese camino especulativo inesperado, es percibir que en su tiempo se vive una crisis de todo clasicismo, de la tierra firme de los métodos. Pero esta crisis es un fundamento de la vida que es, en sí misma, y siempre, un naufragio. La conciencia de naufragio, que no es ahogarse, «es el ser de verdad de la vida».

Comprender a Goethe es comprenderlo "desde dentro" (no el dentro de Goethe, sino el dentro de su vida, el drama de Goethe) ya que vida significa la inexorable forzosidad de realizar el proyecto de existencia que cada cual es. Porque, según Ortega, podemos ser más o menos fieles a nuestra vocación y, consecuentemente, nuestra vida más o menos auténtica. Porque «tenemos, queramos o no, que realizar nuestro "personaje", nuestra vocación...»

Para comprender estas consideraciones, es preciso recurrir al pensamiento estético de Ortega. En este contexto hay una idea básica que debemos seguir: el sentimiento estético de la vida es el del placer inteligente de la vida. Y también, una forma de ser y de estar. La vida es la obra de arte total, “la vida en forma”.

Por ahí aparece la figura del héroe, el hombre grande, una estampa que expone en Las meditaciones del Quijote, donde Ortega llega a afirmar que las aventuras del héroe, en su esfuerzo y en su ánimo, tiene la necesidad de reformar la realidad. Ésa es la vitalidad de los héroes, de quienes «se niegan a repetir los gestos que la costumbre, la tradición, y, en resumen, los instintos biológicos les fuerza a hacer»

A partir de esta premisas, nos encontramos con la proclama de una metafísica de “nuestra vida” y no del ser, porque el propio Ortega considera que es “nuestra vida” y no el ser lo metafísicamente primario. Esto nos dará un salto también al mundo moral, porque la vida, cogida desde la perspectiva orteguiana, no es constitutivamente moral, ya que la moral, según él, le pertenece al ser del hombre: la vida humana, antes de ser honesta o inhonesta, es ya, siempre moral. A la persona, al contario que al animal, no le es dada la vida, sino que tiene que hacérsela él; y tiene que hacérsela quiera o no, necesariamente. La vida es pues, un “quehacer”. (II-601

Y, ¿qué significa quehacer? Precisamente éste es otro los temas que surgirán y nos conducen a la interpretación de Aranguren, cuando puntualiza lo siguiente: «quehacer de inventar la vida y quehacer de ejecutarla, pre-ocupación y ocupación. Preocupación o invención de la vida y preocupación de la muerte o angustia».

Detrás, o delante, de todo esto hay una oposición al racionalismo imperante, mientras se descubre un nuevo valor, lo vital, y, en sí, la búsqueda de la superación de la antítesis entre racionalismo y vitalismo.

Pero la vida, parece que quiera decir Ortega, no puede ser encauzada o dirigida más que con la fuerza que de ella emana. Así es cómo el talante se convierte en materia prima de la moral. De la moral de la magnanimidad en contra de lo pusilánime, el hombre de las grandes empresas frente al hombre a la defensiva. Del deber ser al imperativo vital.

En fin, tan sólo se trata de lanzar algunos ideas que puedan ser la base por altura de parte del pensamiento de Ortega, y siempre abiertas a la discusión.

TEXTO BÁSICO:
Ortega y Gasset, J.,"Pidiendo un Goethe desde dentro", Obras Completas, tomo 4, Alianza Editorial, pp. 395-420.
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA:
Aranguren, J. L., (1994) La ética de Ortega, O. C. Volument II, Editorial Trotta, Madrid.
Cerezo Galán, P. (1984) La voluntad de aventura, Ariel, Barcelona.
Conill, J., (1998) El crepúsculo de la metafísica, Anthropos, Barcelona. Elorza, A. (1984), La razón y su sombra, Anagrama, Barcelona.
Molinuevo, J. L.- (1995) Edición y estudio introductorio de El sentimiento estético de la vida (Antología de textos de José Ortega y Gasset), Tecnos, Madrid.
Morron Arroyo, C. (1968), El sistema de Ortega y Gasset, Ed. Alcalá, Madrid.
Orringer, N. R., (1979) Ortega y sus fuentes germánicas, Gredos, Madrid.
Ortega y Gasset, J.- (1982) Ideas sobre el teatro y la novela y Máscaras, Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid.
(1987) Meditaciones del Quijote, Revista de Occidente-Alianza Editorial, Madrid
(1993) El espectador, O.C. II. Alianza Editorial, Madrid.
(1994) La rebelión de las masas, O.C. IV. Alianza Editorial, Madrid
(1998) La deshumanización del arte y otros ensayos de estética, Revista de Occidente-Alianza Editorial, Madrid.
Silver, PH., W., Fenomenología y Razón Vital. Génesis de Meditaciones del Quijote de Ortega y Gasset, Alianza, Madrid.

E. Herreras

La idea de progreso en García Morente

En este trabajo sobre el pensamiento de García Morente he querido combinar tanto los aspectos filosóficos que se muestran en la obra que he elegido para el seminario: “Ensayos sobre el progreso”, como los aspectos de la biografía personal de nuestro filosofo, pues son muy importantes a la hora de aproximarnos A su pensamiento.

La distribución de mi exposición destaca los siguientes aspectos.
1) En la introducción destaco algunos acontecimientos de la biografía intelectual y personal de Morente, que marcan el itinerario a donde se dirige su pensamiento.
2) En segundo lugar destaco algunos aspectos generales relacionados con la idea de progreso y que nos ayudaran a situar la aportación que hace García Morente al respecto.
3) En los siguientes apartados, destaco la impronta de Morente referida al tema del progreso y su aportación sobre el estudio del concepto, que obviamente es innovador.

TEXTO ELEGIDO

García-Morente, M. “Ensayos sobre el progreso”. En Obras completas I. (1996). Barcelona. Anthophos.

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R. Sebastián Solanes


La cuestión de la responsabilidad desde la filosofía de Zubiri

La responsabilidad es un término que ha ido adquiriendo una cierta importancia desde el inicio de la modernidad «a partir principalmente de su sentido jurídico y religioso (y etimológicamente desde el derecho romano), como secularización de la creencia en el juicio final y, sobre todo, como correlato de la autonomía humana, cada vez más patente por el aumento creciente del conocimiento del poder del ser humano»[1]. Esto ha exigido que el término responsabilidad haya ampliado su forma tradicional de ser entendido como imputabilidad para alcanzar un sentido antropológico más acorde con los parámetros de pensamiento actuales. Desde esta nueva línea, la responsabilidad adquiere un matiz que amplía el enfoque desde donde tratarla. Así la experiencia de la responsabilidad puede ser clave en el estudio de la razón encarnada en la historia a la vez que se nos abre la posibilidad de hablar de una correspondencia, desde la cual llegar a la corresponsabilidad. También desde esta visión, podemos hablar de la libertad en la responsabilidad, la cual se realiza mediante un vínculo con los demás, con lo cual podemos llegar a superar ciertas tesis que presentan la libertad únicamente desde el estatuto de la individualidad.

Como aproximación podríamos decir que la responsabilidad es un término de relación: «alguien (sujeto de la responsabilidad) tiene que responder de algo o de alguien, que de algún modo le está encomendado (objeto de responsabilidad) ante alguien (persona o instancia) por alguna razón. Esto significa, obviamente, que la existencia de responsabilidades sólo tiene sentido en un mundo relacional, no en un mundo atomizado. Porque para que exista una responsabilidad, tiene que haber un vínculo entre sujeto y objeto de responsabilidad»[2]. Ahora bien, desde esta definición, que nos proponemos como marco del presente ensayo, tendremos que aceptar como categoría básica de la vida social el reconocimiento recíproco, y no el individuo ni la comunidad, aun teniendo éstos una dimensión fundante. Es el reconocimiento el que nos descubre que entre los seres humanos existe «una ligatio, que genera una ob-ligatio, una ligadura, que genera ob-ligación»[3]. Sujeto, objeto, instancia ante la que responder y razón por la que se responde serán, pues los temas principales que hemos de tratar al hablar de responsabilidad. No obstante, el término plantea cuestiones no menos importantes y que han de tenerse en cuenta. Hay que plantear si la responsabilidad afecta a todos los actos de la persona o sólo a algunos de sus actos. De esta forma entroncamos con la cuestión de los grados de responsabilidad respecto a la intención, esto es, si somos responsables sólo cuando tenemos una intención determinada o si, por el contrario, existen actos de responsabilidad aunque no haya entrado en juego la intención. La cuestión es si se es responsable sólo cuando se quiere el resultado de la acción, o si por el contrario la responsabilidad va más allá de la intención. Por último, un tema que no podemos obviar y que tendremos que tener en cuenta es el de las instancias de la responsabilidad, es decir, ante qué o ante quién somos responsables.

Pues, bien, es desde estas cuestiones que acabamos de exponer, desde donde pretendemos hablar de la responsabilidad en la reflexión ética y antropológica de Xavier Zubiri. En su filosofía podemos encontrar un vínculo que existe con la realidad, a la cual no podemos dar la espalda. Ser libre implica asumir el «imperativo ético» de hacerse cargo de la realidad, cargar con la realidad y encargarse de la realidad, como nos recuerda Ignacio Ellacuría[4]. La posibilidad fundamental del hombre consiste en tener que abrirse a la realidad, algo que se constituye como fundamento de la ética y de la responsabilidad. Es en esta apertura desde donde el hombre se ve forzado a hacerse cargo de la realidad. El hombre ha de enfrentarse con las cosas y consigo mismo como realidad. Este hacerse cargo lleva a cargar con la realidad. Por ser un animal de realidades, obligado a apropiarse de la realidad, el hombre encuentra como impuesta la carga de la realidad. La animalidad humana sólo será viable desde esta carga. Por último, el hacerse cargo y el cargar con la realidad impelen al hombre a encargarse de la realidad. La realidad se muestra al hombre como encargo y desde este encargo le compete la realización de la realidad y de su propia realidad. La vida del hombre se muestra así como una responsabilidad.

[1] J. Conill, El enigma del animal fantástico, Tecnos, Madrid, 1991, p. 228.
[2] A. Cortina, «Una ética transnacional de la corresponsabilidad», en V. Serrano (ed.), Ética y globalización, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004, p. 22.
[3] A. Cortina, Alianza y contrato, Trotta, Madrid, 2001, p. 152.
[4] Vid. I. Ellacuría, Fundamentación biológica de la ética, ECA, 368, 1979, pp. 419-428; Filosofía de la realidad histórica, Trotta, Madrid, 1991.
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La bibliografía que utilizaremos para esta sesión son los artículos siguientes de Xavier Zubiri:
"El hombre realidad personal".
Revista de Occidente -segunda época- Año I, n1 1, Madrid 1963, pgs. 5-29.
"El origen del hombre".
Revista de Occidente -segunda época- Año II, n1 17, Madrid 1964, pgs. 146-173.
Tanto los artículos de Zubiri como el contenido de la comunicación pueden descargarse en la ventana inferior o haciendo clic aquí.



La identidad de la filosofía española

"La identidad de la filosofía española ha sido objeto de vivas disputas [...]. Sin embargo, para dirimir tales controversias, no queda más que examinar tendencias, figuras, movimientos y corrientes del complejo mundo hispánico, desde las que mostrar los elementos más significativos en el ámbito de la filosofía universal sin descuidar la peculiar situación social, religiosa y cultural de donde han surgido".
(Armando Savignano, Panorama de la filosofía española del siglo XX, Comares, Granada, 2008, p. XIII).

Estas palabras del profesor Savignano pueden enmarcar perfectamente el propósito del presente seminario de filosofía española que pretendemos desarrollar en la Universitat de València: un punto de unión y debate en el que alumnos y profesores dialoguemos acerca de lo que nuestra tradición filosófica ha supuesto. Lejos de todo patrioterismo, nuestro seminario pretende ser de filosofía, con toda la universalidad que el ésta conlleva, pero al propio tiempo pretendemos pensar desde una situación concreta, desde una ubicación determinada, desde una circunstancia que es la nuestra y desde la cual nos podemos entender a nosotros mismos. No se trata, por tanto de hablar tanto de filosofía española sino de filosofía, no tanto de filósofos españoles sino de filósofos nacidos en España, no tanto de si existe una idea española de filosofía sino de la filosofía hecha en nuestros pueblos, con sus identidades e idiosincracias.

Nuestro legado es amplio y nos permite la tarea que pretendemos llevar a cabo. Lejos quedan ya aquellos tiempos en que nos avergonzábamos de nuestro propio pensamiento. Desde la distancia apropiada para poder observar en perspectiva nuestro pasado más reciente, pero sin haber llegado a una lejanía tal que impida la contemplación de los matices, el tiempo que nos ha tocado vivir se convierte en un tiempo propicio, un Kairós, desde el cual asumamos lo que somos partiendo del pensamiento que los nuestros han elaborado.

Tal y como nos recordaba Ortega y Gasset; "No hay más remedio que irse acercando cada vez más a la filosofía, a la filosofía en el sentido más riguroso de la palabra. Hasta ahora fue necesario que los escritores españoles cultivadores de esa ciencia procurasen ocultar la musculatura dialéctica de sus pensamientos filosóficos tejiendo sobre ella una película con color de carne. Era menester seducir hacia los problemas filosóficos con medios líricos. La estratagema no ha sido estéril. Hoy existe en el mundo de habla española un amplio círculo de personas próximas ya a la filosofía. Es, pues, buen tiempo para dar el segundo paso y comenzar a hablar de filosofía filosóficamente. Más, por supuesto, con cautela, y pulgada a pulgada, debe entrarse en el nuevo terreno. Una larga experiencia de cátedra, tribuna e imprenta me ha proporcionado una opinión bastante desfavorable sobre la capacidad filosófica de nuestros pueblos en la época presente. La filosofía sólo puede vivir respirando un aire que se llama rigor mental, precisión, abstracción. Pertenece a la fauna de las grandes altitudes y necesita viento fino de sierras, un poco enrarecido y de gran sutileza. Nietzsche, encaramado en un picacho de la Engandina, con un abismo a sus pies, es sorprendido por la dama turista que le pregunta: “¿Qué hace usted ahí, señor profesor?” A lo que él responde: “¡Ya lo ve usted, señora, cazo pensamientos!”.
("Ni vitalismo ni racionalismo", Revista de Occidente, octubre 1924).

Ha llegado, pues, el momento de cazar pensamientos, de pensar, y de hacerlo desde aquellos que pensaron antes que nosotros. Esto somos y esto queremos hacer. Pensar desde nuestra tradición en la época presente inspirándonos en aquellos que, sin estar tan lejos aún, nos precedieron en tamaña empresa.