El concepto de persona en Laín Entralgo

«La realidad es digna de crédito, de esperanza y de amor. Sin estos ingredientes la vida sería absolutamente imposible. Laín ha sabido ver y desarrollar esto como nadie. Y ha hecho de ello no sólo una teoría, sino toda una actitud ante la vida; es decir, una ética, una ascética y hasta una religión»[1].

En sus escritos, Pedro Laín Entralgo se propone desarrollar una antropología científico-filosófica a partir del desarrollo de aspectos tales como el concepto de «animal de realidades», «sistema psicoorgánico», la idea de «persona» y la concepción del hombre como «agente», «actor» y «autor» de su vida. A partir de aquí elabora una teoría «materista» (que no materialista) de la realidad del hombre. Nos presenta, así, una nueva concepción de la materia, de la estructura y del dinamismo evolutivo, Laín logra esbozar una teoría del cuerpo humano no dualista y no materialista, con la que se intenta superar el dualismo antropológico y el materialismo fisicalista[2]. Desde estos presupuestos, el tema del hombre se convertirá en el eje central de toda su obra; primero desde un enfoque netamente médico[3], posteriormente, al final de su vida, desde un desarrollo más filosófico pero sin abandonar las alusiones a los estudios científicos, sobre todo en el campo de la neurofisiología[4]. Este empeño de conjugar ciencia y filosofía estuvo también acompañado en Laín por el intento denodado de integrar antes que desechar; así encontramos en su obra reminiscencias de autores tales como Unamuno, Ortega y sobre todo Zubiri, pero también de Nietzsche, Darwin, Theilard de Chardin, Gabriel Marcel y Ramón y Cajal. Este eclecticismo lleva a Laín a realizar una original antropología, sin embargo, le conduce también a una interpretación del pensamiento de Zubiri que se desviará legítimamente de su original propósito; hemos de considerar que el antropologismo zubiriano ha de estudiarse en su contexto biográfico, como un rasgo epocal superado tras la elaboración de su filosofía primera. Zubiri estudia al hombre en tanto que realidad, mientras que Laín lo hará considerándolo como una forma concreta de realidad, convirtiendo la filosofía del hombre en el tema central de su pensamiento.

La antropología de Laín gira en torno de un doble eje: por un lado, Laín formula una idea integral del hombre, en la que no caben las concepciones dualistas y en donde razón y cuerpo son una unidad; por otro lado, este hombre integral es intrínsecamente moral, ya que ha de apropiarse de la realidad. La de Laín es, pues, una antropología integral en la cual se insertan diversos niveles epistémicos que se articulan en la idea del hombre: el nivel de la exposición científica respecto a la base natural del comportamiento, el nivel de la comprensión del sentido de la conducta, y el nivel fenomenológico desde el cual aporta la visión de la realidad como un todo, todo ello remitido al nivel ontológico de la estructura sustantiva del hombre[5]. La antropología, de este modo, se entiende como una «cosmología dinamicista y evolutiva» y al hombre se le concibe como una estructura ontológica que no es otra que la empírica del cuerpo humano. Pero del cuerpo brota la inteligencia, y, por su puesto, también la moral. «No hay duda: la condición moral de un hombre depende en muy buena medida –¿cómo, hasta dónde? – de lo que genéticamente sea su cuerpo y biográficamente haya sido él»[6]. De este modo, por su condición biológica el hombre es «animal de realidades», «sustantividad abierta», y por esta condición es animal moral, obligado a apropiarse las posibilidades que la realidad le ofrece si quiere que su vida sea viable. Agrega, así, Laín una nueva raíz naturalista al sistema de su pensamiento desde la cual al hombre no le queda más opción que lanzarse a la realidad, hacerse cargo de ella y buscar aquello que haga viable su existencia.

[1] D. Gracia, «Las afinidades electivas: Zubiri y Laín» en AA.VV., La empresa de vivir. Estudios sobre la vida y la obra de Pedro Laín Entralgo, Galaxia Gutembreg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2003, p. 123.
[2] Vid. J. Conill, «Laín Entralgo y Zubiri. De la analítica existencial a una concepción estructurista-dinamicista del cuerpo humano», Pensamiento, vol. 58, nº 221, Madrid (Universidad de Comillas), 2002, pp. 177-192.
[3] De esta época pueden verse las obras Medicina e historia (1941), Estudios de historia de la medicina y antropología (1943), Mysterium doloris (1955) y Enfermedad y pecado (1961).
[4] Muestra de esta última etapa es su trilogía antropológica final, El cuerpo humano. Teoría actual (1989), Cuerpo y alma (1991) y Alma, cuerpo, persona (1995).
[5] Cf. P. Cerezo Galán, «La idea del hombre en Pedro Laín» en La empresa de vivir, op. cit., p. 57.
[6] P. Laín Entralgo, El cuerpo humano. Teoría actual, op. cit., p. 152.
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El testo que trabajaremos es:

P. Laín Entralgo, "Sobre la persona", Arbor, nº 613, 1997, pp. 9-24

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García Bacca y el sentido dramático del pensar en español

Todo idealismo, montado o no sobre un plan experimental, pretende «regular lo real por lo posible» (ILF, 239), lo cual conlleva necesariamente el uso de la matemática, del cálculo, que hace del porvenir futuro sin novedad. Esta idea se hace obsesiva en Europa desde el Renacimiento, aunque, advierte García Bacca: «le entraron a la vida occidental, no a la española», por lo que «se encontró el hombre con que el Mundo se había quedado sin alicientes, sin porvenir. ¿Para qué esperar a ver con los ojos de la carne lo que ya se ha pre-visto con los del espíritu, una vez calculada matemáticamente su aparición?» (ILF, 229). Todo ello es condensado por nuestro autor en la expresión «quitarle gracias al tiempo». Tal es el espíritu característico de la «Razón técnica» (ILF, 239). La consecuencia para la libertad no puede ser más devastadora: «Y lo grave es que no dejará nada a la espontaneidad de lo real, pues está convencido que lo real no puede alterar la posibilidad, que lo presente en nada afecta al futuro» (ILF, 236).

Sin embargo, el pensar no puede ser reducido a mero cálculo. Queda una salida, la cual García Bacca nos la presenta en lo moral: «en verdad, lo moral invita a lo racional puro a levantar el vuelo y transcenderse. ¿Hacia qué y hacia quién?» (ILF, 267). Contestar a esta cuestión será el propósito de Bacca. De este modo, nos presenta en sus escritos el pensar como un pensar «dramático», opuesto siempre al tecnicismo. La experiencia dramática de la relación de la vida con la razón puede muy bien estar representada en la obra de Calderón de la Barca La vida es sueño, la cual nuestro pensador nos presenta como la formulación del «drama entre Razón y Hombre» (ILF, 259). Toda tragedia busca conmocionar al espectador al cual se le presenta el protagonista del drama en su quehacer. Es así que lo dramático se relaciona con lo ético, siendo éste un componente esencial de la tragedia. En García Bacca descubrimos una filosofía que comporta una ética. En la tragedia no cabe el frío cálculo racional, sino la acción pasional. Es éste un tema que encontramos en el drama calderoniano y que se nos descubre en la fuerza emocional de su protagonista, Segismundo; un «tema de loco», dice García Bacca, que es recogido en el conocido lamento de Segismundo: «y yo con más albedrío tengo menos libertad». Este lamento es todo un testimonio del estado de perplejidad de su protagonista ante la situación carcelaria a que le abocan las ideas de Basilio. Y así, dice García Bacca: «Segismundo ha acertado plenamente en la apreciación que debe hacerse de todo apriorismo kantiano, cartesianismo, matematicismo y demás tipos de tiranía racional, de educación según planes, en que el hombre real, el que nace, vive y muere, tenga que servir de campo de experimento: todo ello es un atentado contra la libertad» (ILF, 241).
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El texto en el que nos centraremos es el siguiente: García Bacca, JuanDavid, Sentido dramático de la filosofía española: "La vida es sueño",en tres jornadas filosóficas, en Introducción literaria a la filosofía, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1964, 227-268.
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