Jornadas sobre el pensamiento de Julián Marías


La Sección Departamental de Filosofía Moral, del Departamento de
Filosofía del Derecho, Moral y Política de la Universidad de Valencia,
en colaboración con el Grupo de Investigación en Bioética de la
Universidad de Valencia (GIBUV) y el Seminario Permanente de
Investigación en Filosofía Española organizan:

"Jornadas sobre el pensamiento de Julián Marías"

Tendrán lugar los próximos 15 y 16 de diciembre, en la Facultad de
Filosofía y Ciencias de la Educación.

Blog oficial de las Jornadas:

http://jornadasmarias2010.blogspot.com/
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Alcance y límites de la recepción de Nietzsche en el contexto académico español (1939-1975)



Sesión del día 21 de octubre de 2010
A cargo de: Francisco Arenas-Dolz


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La recepción de Nietzsche en el pensamiento español.

La influencia de Nietzsche en el pensamiento español no es algo nuevo; autores como Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu o el mismo Ortega y Gasset son muestras de cómo las ideas nietzscheanas fueron calando en nuestro panorama intelectual. Tal y como nos dice Gonzalo Sobejano, «Nietzsche conmovió a jóvenes y a viejos, y no sólo a la bohemia literaria; imprimió nuevos ímpetus a un gran sector de la vida espiritual» . En este sentido merece la pena tener en cuenta de una forma muy especial a este autor y dedicarle el contendio de un curso académico de nuestro seminario. Y es que nuestros pensadores, desde tiempos muy tempranos, han sido capaces no sólo de tomar en su filosofía ciertas ideas del pensamiento de Nietzsche, sino de enfrentarse al reto que éstas suponían y elaborar una filosofía profundamente transformada capaz de resistir y alimentarse de la crítica nietzscheana. Pero nuestro viaje de este año es ide ida y vuelta, y lo mismo que Nietzsche supuso un revulsivo para nuestra forma de pensar, nuestro pensamiento fue en muchos casos alimento para su martillo. Así no sólo pretendemos estudiar la influencia que Nietzsche pudo tener en la filosofía española, sino cómo ésta también ha sido motivo de reflexión en el pensamiento de aquel.

Los temas que trataremos, pues, durante este curso serán los siguientes:

Octubre 2010: "Alcance y límites de la recepción de Nietzsche en el contexto académico español (1939-1975)". Francisco Arenas-Dolz.
Noviembre 2010: "Las influencias de Gracián en Nietzsche". Elena Cantarino.
Diciembre 2010: "Nietzsche y Don Quijote". Paolo Estellino.
Enero 2011: "¿Unamuno Versus Nietzsche?" Una relación de amor y odio. Jaime Vilarroig.
Febrero 2011: "Ortega y Nietzsche I". Enrique Herreras.
Abril 2011: "Ortega y Nietzsche II". Gullermo Taberner.
Mayo 2011: "Las influencias de Nietzsche en Zubiri". Jesús A. Fernández.

La fe de Unamuno. La influencia de Pascal

Se pretende con esta exposición esbozar someramente un recorrido, temporal y vital, por el pensamiento de Miguel de Unamuno respecto a lo que es la fe y lo intentaremos hacer releyendo con el rector de Salamanca cuatro de sus escritos más significativos al respecto, ayudándonos, como no podía ser de otra manera, de algunas reflexiones de comentaristas expertos en el pensamiento de Unamuno. Concretamente nos vamos a situar entre los años 1897, año de composición de su Diario íntimo y de su llamada “crisis unamuniana” y 1924 en el que escribió su “Agonía del cristianismo” en su exilio de París y donde recoge en su capítulo IX un artículo escrito el año anterior en francés y publicado en la Revue de Métaphysique et de Morale y titulado “la foi pascalienne” con el que quiso conmemorar el tercer aniversario de la muerte de Pascal. Es en este filósofo francés en el que el rector de Salamanca se inspira a la hora de reflexionar sobre esta virtud teologal, la fe, cual un Pascal español, lleno de contradicciones, rehuyendo de la fe fruto de la razón y afirmando la raíz cordial de la fe. De ahí que a lo largo de todas sus reflexiones aparezca una y otra vez el sustrato pascaliano que influyó sobremanera en Unamuno. Ahora bien, las semejanzas, que las hay, entre Unamuno y Pascal, no nos tienen que encubrir las diferencias, que también las hay. Al final de estas reflexiones intentaremos precisarlas.
Entre el Diario Íntimo y La Agonía del cristianismo, Unamuno escribió los otros dos escritos que nos servirán para este recorrido. Se trata de un pequeño ensayo titulado “La fe” escrito en 1900 y donde con claridad meridiana Unamuno nos define en lo que ésta consiste. No hará falta más que enumerar con precisión y claridad unas cuantas definiciones que aparecen en este escrito y que, entre otras cosas, a mi modo de ver, despeja dudas respecto a lo que el rector de Salamanca entendía por creer, es decir, si era una actitud subjetiva, y por tanto falta de apoyo en la vida real y fruto de la sugestión o lo contrario, es decir, sustentada por la vida, vida que se entiende desde lo cordial, lo experiencial, lo vital y no solamente desde lo racional, es decir, lo analítico, lo comprobable en el laboratorio, etc. Y creo que es ahí donde debemos ver la clave para entender esta nueva forma de entender la fe, una fe que está más cerca de la visión bíblica que de la teológica. Ahora se entiende una de tantas contradicciones que Unamuno resalta en su Angustia del cristianismo, la que se deriva de contraponer el Espíritu y la Letra, dicho en clave de la reflexión que nos ocupa sobre la fe, podríamos hacer un paralelo con la fe que es fruto de la experiencia del amor de Dios que se vive y siente en el corazón, en el afecto, en la voluntad de creer a Aquel del que experimentó su existencia por experimentar su amor en contraposición a la fe, que Unamuno llamará racionalista propia de los silogismos jesuíticos, que antecede los conceptos doctrinales a la vivencia.
El otro texto es su Sentimiento trágico de la vida escrito en 1913. Aquí nos detendremos sobretodo en las aportaciones que para Unamuno supuso la lectura de los escritos del teólogo pascaliano Vinet y que tan acertadamente nos introduce el profesor Orringer en su libro Unamuno y los protestantes liberales.


Guillermo Taberner

El critianismo agónico de Unamuno

Fue en París donde Unamuno escribió La agonía del cristianismo, Así decía en el prólogo: “este libro fue escrito en París hallándome yo emigrado, refugiado allí, a fines de 1924, en plena dictadura pretoriana y cesariana española y en singulares condiciones de mi ánimo, presa de una verdadera fiebre espiritual”. En cuanto a su contenido, nos manifiesta que “esta obrita reproduce en forma más concreta, y, por más improvisada, más densa y más cálida, mucho de lo que había expuesto en mi obra El sentimiento trágico de la vida”.

José Novella Tamarit.

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La moral quijotesca de Unamuno

En Unamuno encontramos una crítica a la forma convencional de entender moral, a la forma de ver las doctrinas éticas como una justificación racional a posteriori de nuestra conducta. Para Unamuno, la moral no es la que hace al hombre sino que es el hombre quien hace la moral, por esta razón lo que puede parecernos móviles de nuestra conducta, no son más que pretextos, pues lo que a unos les conduce a cuidarse a otros les avoca al suicidio.

Para el rector de Salamanca no se trata de la moral, sino de mi moral, de la moral del “yo” íntimo y cordial que hace necesario que la conducta, es decir, “mi conducta”, sea la mejor prueba, la prueba moral de mi anhelo supremo.

Pero decir “mi conducta”, no es para Unamuno acudir a algo fatigoso e inseguro, sino todo lo contrario es apasionadamente bueno, auténtico e intransferible, que parte de mi ser más intimo y cordial. Por eso es la virtud la que hace al dogma y por eso es la fe la que hace al mártir y no a la inversa. Somos nosotros quienes desde nuestra autenticidad cordial, hacemos “mi conducta”.

De este modo Unamuno se aleja de las pretensiones de la moral kantiana demasiado preocupada por el deber, universal y necesario y se convierte en el nuevo Don Quijote que persigue un ideal “inalcanzable” pero constitutivamente necesario, que es la eternidad, luchando a modo de Quijote, contra todos aquellos que se quedan en el ideal racional y pesimista de la nada, de la no eternidad.

Raúl F. Sebastián

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